Los profesores de la Fcpolit, Gastón Mutti y Mario Gluck, fueron convocados junto a otros expertos, por el portal <Suma Política>, para realizar un recuento histórico de la constitución de Santa Fe desde 1819 a la actualidad. A continuación reproducimos el texto:
1819
El gobernador de Santa Fe, Estanislao López, da comienzo a la vida política de la provincia. Trae una idea que todavía no se materializó en ninguno de los rincones de la Confederación: armar un Estatuto que le dé un cuerpo jurídico a Santa Fe. Que valga la redundancia: es 1819 y por ahora, la única Constitución relevante en el mundo es la de Estados Unidos.
El Estatuto santafesino de López tiene 9 secciones y 59 artículos. No sabremos jamás si el caudillo es consciente de que está sentando las bases del ordenamiento institucional —y constitucional— de la Argentina.
Más de doscientos años después de ese hecho fundante, el Estatuto, la Constitución que le siguió, y las modificaciones sucesivas con los años, emergen de a poco en la memoria santafesina. Es como si en cada uno de los textos constituyentes de Santa Fe existieran los trazos de los caminos políticos que llevaron hasta acá. Y otra vez se vuelve a la misma pregunta: ¿Qué recorrido se podrá trazar desde la Asamblea Constituyente que se funda este año para las generaciones que vienen?
Presente
El historiador Miguel De Marco no tiene voz en esta nota. Sin embargo, la relación con el artículo es permanente. Él prefiere escribir a dar entrevistas telefónicas. Y durante semanas, va a ir y venir en el diálogo, aceptando la repregunta y mandando cada respuesta en un archivo de Word prolijamente titulado. No es necesario escucharlo para saber lo que siente: cada palabra elegida da a entender que la historia santafesina lo fascina. Para los que no saben —no sabemos— nada o poco de ese andar provinciano hay algo de envidia. ¿De qué nos veníamos perdiendo?
Él dice que aprender todo esto tiene que ver con algo humano: “El cariño por el terruño”, teclea. Y otra vez esa sensación de que nos falta algo.
“Referirse a la reforma de la Constitución es reflexionar sobre qué provincia queremos para nosotros, nuestra familia, nuestros amigos, el barrio, la ciudad… Los funcionarios políticos pasan… pero la Constitución queda”.
De Marco va resolviendo una serie de preguntas que responden a un orden cronológico. Y en esta nota se hará algo similar.
Año 1841
Santa Fe dicta en términos formales su primera Constitución. El Estado Nacional no está conformado aún, pero la provincia empieza a ordenarse como tal. Bajo la tutela del caudillo López, apodado Patriarca, comienza a dar sus primeros pasos el federalismo santafesino.
“En el sentido de considerar imprescindible encauzar al país, sin más demora, por la senda constitucional frente a quienes consideraban que no era el momento más oportuno”. De Marco dice que esa postura ocultaba “la perpetuación de intereses económicos favorables al hinterland del puerto de Buenos Aires”.
Una Constitución —se explicó en esta nota— ordena. Y ahora ese ordenamiento apunta a una idea de un país en el que los puertos y pueblos del Litoral puedan desarrollarse. Eso significa finalmente que Santa Fe empujará el cambio constitucional que Rosas todavía negaba.
Presente
Otro entusiasta consultado es Gastón Mutti, un docente de la Universidad Nacional de Rosario, máster en Ciencias Políticas que ahora está dedicado de lleno a la reforma constitucional. De él si hay audios. De él también emerge esa fascinación envidiable. Habla leyendo sus apuntes pero inevitablemente se va por las ramas, gesticula, sonríe, como si en esa respuesta hubiese un relato, un cuento, o dicho de manera más precisa, una historia.
Hace unos años, Mutti estuvo en la ciudad de San Nicolás, donde se firmó en 1852 el Acuerdo que un año después daría origen a la primera Constitución Nacional. Viajó a un encuentro precisamente sobre ese hito nicoleño y él, de todo, eligió contar algo: la época.
“Es interesante ver cómo la propia ciudad se había organizado”, dice, y describe: las casas de familia organizándose para darle una cama a los representantes de las provincias, la búsqueda de comida para todos, los barcos y las carretas trayendo a los que pudieron llegar.
Año 1852
Las provincias decidieron organizarse a través de una Constitución Nacional. No hay que olvidarse: las provincias son instancias preexistentes a la Nación. Traen redactadas sus propias constituciones y llevan tiempo tejiendo y rompiendo acuerdos acorde a la realidad de cada jurisdicción. En 1952 por fin llega el Acuerdo. Ahí estuvieron Buenos Aires, Corrientes, Santa Fe, Mendoza, San Juan, San Luis, Santiago del Estero, Tucumán, La Rioja, Entre Ríos y Catamarca. Después se sumaron Córdoba, Salta y Jujuy.
En 1853, cuando se sancione la Constitución Nacional, Buenos Aires decidirá no ratificar. Abandonan el partido y quedan afuera. Recién en 1860, pasada la batalla de Cepeda, se firmará el Pacto de San José de Flores y Buenos Aires se sumará al coro de la Confederación, transformada en República.
Año 1856
Pasaron quince años en la cronología de la Constitución santafesina para que vuelva a haber un punto sobresaliente. Fueron quince años de enfrentamientos armados, sea entre compatriotas, sea con potencias extranjeras. Fue el acuerdo de San Nicolás y la sanción de la Constitución Nacional. Después Cepeda. Después la vuelta de Buenos Aires a la Confederación.
Recién en 1856 los santafesinos aprueban una nueva Constitución, adecuada a la nacional. El orden jurídico empieza a parecerse un poquito más a lo que es ahora. El texto permanecerá casi sin cambios hasta la segunda década del siglo siguiente.
Año 1921
El gobernador radical Enrique Mosca llama a una convención constituyente. La convención debía sesionar en 90 días pero se extiende por el doble de ese tiempo. Los convencionales —que son casi mitad radicales, mitad demócratas progresistas— mantienen altos niveles de discusión. Y de ahí sale una Constitución modelo a nivel de ampliación de derechos y debate político. Pero no dura casi nada.
Presente
Gastón Mutti introdujo el tema durante la entrevista. Pero hizo lo que hacen los entusiastas: derivó a alguien que sabe aún más. Y ese alguien es Mario Gluck, historiador y profesor de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNR. Él prometió algo: dar la versión corta de los hechos. Y durante varios minutos, habló como respondió Mutti o escribió De Marco: contando un cuento, una historia, que tiene las tonalidades y costumbres del terruño, y de la que siempre dan ganas de saber más.
Año 1921
En esa reforma del 21, dice Gluck, se plantea ampliar la democracia. El voto directo al gobernador, una autonomía municipal para que las ciudades redacten sus cartas orgánicas y elijan sus propias autoridades, y hasta se llega a discutir la separación de la Iglesia del Estado. Se propone una reforma educativa apuntando a la estatización y subvención de las escuelas. Y también se plasma una ampliación de la democracia a formas de democracia directa con recursos como la iniciativa popular, la posibilidad de revocatoria de mandatos y el referéndum.
También se busca incluir impuestos progresivos, es decir, eliminar el sistema de impuestos prácticamente igualitario, donde el más rico y el más pobre pagan lo mismo. Pero eso, aclara Gluck un siglo después, no queda muy claro en el texto constitucional que se sanciona. Lo que sí está definido es la intervención del Estado en la cuestión social: se limita la jornada laboral y se acepta la organización sindical.
La Constitución del 21 tarda el doble de tiempo fijado en sancionarse y una vez que se logra, el mismo gobernador que la impulsó la veta. Mosca argumenta —sencilla y técnicamente— que se había pasado el tiempo. Entre las partes denuncian distintas presiones: según los demócratas progresistas el veto es una cosa de los católicos; pero la Iglesia se había adjudicado el triunfo de la Constitución. Otros dicen que ha sido el gobierno nacional, o la cuestión social de avanzada. Lo cierto es que se veta.
Pero en la política siempre pasan cosas. Y casi diez años después, la democracia progresista ganará las elecciones provinciales y pondrá en vigencia la Constitución del 21.
Tampoco durará. Que valga la redundancia: pasan cosas.
El presidente de la Nación de ese momento, el radical conservador Agustín Justo, ve en esa Constitución algo que iba demasiado a contracorriente. En 1935, Justo interviene la provincia a través del santafesino Manuel María de Iriondo, que hasta ese momento era ministro nacional de Justicia e Instrucción Pública. Se llama a elecciones y gana Iriondo, fraude mediante.
Lo primero que hace el radicalismo oficialista al asumir al frente de la provincia es derogar la Constitución de 1921.
Año 1962
Y entonces llega el 62. Si la Constitución vigente en 2025 parece vieja, hay que pensar que el texto original de la que está vigente en aquel año tiene más de un siglo. Un siglo en Argentina: un montón.
En el medio, sí, se discutió. Se adecuó. Pero no es lo mismo que una reforma constitucional.
Teniendo en cuenta los antecedentes de 1921, es clave en el 62 que el presidente de la Nación, Arturo Frondizi, y el gobernador de Santa Fe, Carlos Sylvestre Begnis, estén alineados: los dos son de la Unión Cívica Radical Intransigente.
(De esta Constitución se habló en esta nota y acá cabe destacar: el peronismo estaba proscripto y a la Convención Constituyente le pisaba los pies un nuevo gobierno militar)
El trabajo es a contrarreloj: la Constitución hoy vigente nace horas antes de que el gobierno de facto de Guido interviniera la provincia.
Lo que le sigue, hasta hoy
La historia reciente es la de un sinfín de intentos y anuncios. Desde la gobernación de Víctor Reviglio, todos los gobernadores coquetean con la idea. Algunos están más o menos cerca de lograrlo. La hacen parte de su gestión y siempre es el runrún entre los pasillos de la legislatura y la Casa Gris: la intención, la medida de poder, el deseo.
El que puede, puede: ese es Maximiliano Pullaro. Tal vez en eso hay un mérito propio. Tal vez dependerá del resultado. De lo que deje la discusión que recién se está abriendo.
Al respecto, De Marco escribe: Una reforma constitucional es el reflejo de una época pero también de los actores políticos intervinientes. De sus intenciones hablará la historia. Desde el año 2000 a ahora siento que se tuvo que esperar mucho tiempo y pienso las vidas que se hubieran salvado, la calidad de vida que habríamos alcanzado los santafesinos, la relevancia que hubiera adquirido Santa Fe en el concierto nacional, si la reforma se hubiera realizado en aquel entonces.
Hay una idea que da vuelta en la mayoría de las lecturas de los que saben.
La disputa por la reelección del gobernador o la representatividad legislativa es lo que puso un freno a la reforma en sí durante más de medio siglo. Pero de las conversaciones, y artículos, y entrevistas, se desprende algo que debiera ser obvio: una reforma va más allá de esos puntos, y la clave en todo caso está en innovar, sin tanto miedo.
La Historia que se fue trazando, entre los vaivenes políticos de nuestra patria chica, va en ese sentido. La pregunta de la hora es: si todo orden constitucional es un posicionamiento político, un mensaje a la Nación, una decisión para con el pueblo, ¿a dónde apuntará el texto que se sancione una vez terminada la elección de abril?