Comenzó el curso “La radio, un medio para contar historias” dirigido a adultos mayores en el marco del programa de la UNR “Universidad Abierta para Adultos Mayores”. Todos ellos comenzaron a grabar sus ficciones sonoras en el estudio del Laboratorio de Sonido.
Durante las últimas 5 semanas los alumnos estuvieron trabajando en la producción de historias radiofónicas. Hicieron ejercicios de escucha y análisis y también de adaptación de textos; armaron por primera vez guiones radiofónicos y experimentaron con objetos para crear efectos de sonido propios. No nos llama la atención que sobre la mesa también haya embudos, bolsas de papel y de plástico, carpetas de cartón y papelitos “para que suenen”. Muchos tienen música digitalizada y todos se jactan de que lograron que sus hijos o nietos se los graben para traerlos “a la radio”.
“Es como invitarlos a casa” les dijimos cuando se acomodaron alrededor de la mesa del LabSo. Y era cierto. Ahí nomás les dimos la bienvenida y nos pusimos a trabajar, no sin antes contarles un poco sobre la historia del espacio y responder a sus preguntas –no pocas- sobre cómo hay que hacer para tener una radio, qué se necesita, cómo es, cómo funciona el estudio, para qué es la “gomaespuma” de las paredes. Ahora saben que se llama Fonac.
Ejercicios de respiración, relajación… Listo, primer equipo, adentro del estudio. Y así seguimos hasta completar la grabación de los cuatro. Clara iba adentro del estudio para hacerles las marcas correspondientes, mientras que yo operaba desde el otro lado del vidrio y Cristian se ocupaba de trabajar con los grupos que estaban ensayando afuera.
Eso sí, cuando se grababa, reinaba el silencio. Todos escuchaban. También todos aplaudían al equipo que salía del estudio. No faltaban motivos porque realmente las historias funcionaban y se notaba el tiempo que le habían dedicado. Fue reconfortante escuchar el progreso entre la primera grabación “de práctica” y la que hacían después de las correcciones.
Mientras grabábamos, los demás compartían galletitas, torta, mates y café con leche. La mesa estaba llena de migas que caían sobre papeles escritos a mano, impresos corregidos, y cuadernos de espiral. Convivían naturalmente. Pura producción.
Cuando terminó de grabar el último equipo, recibimos una visita. “Les presento a Franco Bartolacci, Decano de la Facultad” – les dije. Y todos se disculparon por la informalidad, pero antes de que él pudiera contestar salieron los que acababan de grabar con los brazos en alto en señal de triunfo, gritando y aplaudiendo. Fanny, una de las alumnas, le agradeció al Decano y, en su nombre, a la Universidad por el espacio. Y sí, también alagó a “los profes” por ser “jóvenes comprometidos”.
Durante la primera clase del taller, hace poco más de un mes, les pedimos a los alumnos que cuenten una historia a partir de algunas imágenes que habíamos llevado. Fanny escribió algo que nos hizo llorar a todos y siempre nos cuenta que desde ese día, escribe. Sus lectores la felicitan siempre.
La tarde había pasado rápido, como pasa siempre que uno disfruta lo que hace, y teníamos poco tiempo antes de emprender la vuelta, pero no hubo forma de disuadir a los “actores”, “narradores” y “ruideros” de escuchar los trabajos la semana siguiente, así que escuchamos las producciones de los 4 equipos. Los aplausos eran sinceros y eran muchos. Nosotros, no sólo festejamos las producciones finales, sino el trabajo, la dedicación, las ganas, el esfuerzo, la humildad.
El curso “La radio, un medio para contar historias” dictado por Cristian Azziani, María Clara Lopez Verrilli y Valeria Miyar