La irrupción de la pandemia en 2020 nos enseñó a convivir con la incertidumbre y a administrar el día a día desprovistos de un horizonte estable y previsible. Cuando ese contexto comenzaba a revertirse y las sociedades retomaban su ritmo gracias a la difusión de vacunas –nunca distribuidas homogéneamente entre los países y regiones-, el mundo fue sacudido por un conflicto internacional que desató nuevas amenazas y reinstaló un clima de incertidumbre que, tras dos interminables años, desplazó a la pandemia de la agenda mundial.
Luego de la pandemia, es la guerra ahora la que provoca inquietud y preocupación a escala global. Su irrupción revivió el temor de antaño a una conflagración nuclear, amenaza que reapareció como forma de disuasión, tal como la conocimos en décadas anteriores.
Sin embargo, este conflicto también ha provocado una crisis humanitaria de proporciones -el éxodo masivo de la población civil agredida-, una estampida de los precios internacionales de los productos provenientes de esa región, y un proceso de rearme en países que habían dejado de considerar el presupuesto militar entre sus prioridades. Veníamos de un mundo inseguro e inestable y los tiempos que se avecinan no prometen ser menos inciertos.
Este conflicto pone en evidencia la necesidad de nuevas coordenadas para pensar el mundo al que nos encaminamos y abre interrogantes sobre el lugar de EE.UU., Europa y China en un nuevo diseño del escenario internacional. Esto parece anunciar otra redistribución del poder que alterará el peso relativo de los grandes actores y nos lleva a reflexionar sobre el lugar que Argentina y América Latina tendrán en este escenario.
Si bien aún se repiten viejos tópicos como fuente de conflictos –la disputa por territorios y por el control de recursos estratégicos-, ellos son resignificados en un contexto global y digital en el que el empleo de armas convencionales convive con amenazas no convencionales de orden digital y comunicacional que convierten al ciberespacio en un escenario de confrontación cada vez más importante.
Aquí, lo viejo se mezcla con lo nuevo y configura un nuevo “híbrido”, desconocido hasta ahora, que no sólo introduce nuevas amenazas sino también desafía nuestra capacidad de comprender el mundo y el momento que nos rodea.