En este nuevo aniversario del 25 de mayo, dialogamos con la cátedra de Historia: América Latina y la construcción del mundo moderno para reflexionar sobre la gestación de nuestro país en 1810, cuando un grupo de patriotas se atrevió a pensar que estas tierras podían ser libres, justas y soberanas.
El proceso emancipador
Una junta formada en la ciudad de Buenos Aires e integrada por americanos desplaza al virrey español Baltazar Hidalgo de Cisneros y comienza a gobernar en nombre del rey Fernando VII, cautivo de los franceses en el contexto de las guerras napoleónicas que dos años antes habían iniciado la invasión a España.
La noticia del asedio a Cádiz, el último bastión de resistencia a las tropas francesas, y la caída de la junta de gobierno con sede en esa ciudad, ocurrida en 1810, desata en Buenos Aires una intensa agitación que alimenta el debate sobre quién tiene legitimidad para gobernar.
En el cabildo porteño, reunido el 22 de Mayo, se impone la propuesta de formar una junta local y el 25 de mayo la élite criolla moviliza a los sectores populares para ejercer presión contra la nómina inicial de miembros en la que Cisneros ostentaba el rol de presidente, y dos de los cuatro vocales eran españoles.
El hecho de proclamar que se gobierna en nombre del rey cautivo ha llevado a muchos historiadores a problematizar el carácter revolucionario de los acontecimientos de Mayo de 1810. Sin embargo, el potencial transformador de estos sucesos es enorme y deben evaluarse en un arco temporal de largo alcance. Es indudable que la participación de los miembros de la élite criolla en el gobierno implica un cambio sustancial tanto en la dinámica institucional del orden político como en los principios
legitimadores del ejercicio del poder.
El grito de Libertad
Durante la revolución, el país va abriendo su camino hacia la idea de progreso y libertad, construyendo así un nuevo gobierno propio e independiente.
Se pasa, como diría el historiador Luis Castro Leiva, de una sociedad que se piensa a sí misma a partir de la obediencia a un “yo, el Rey” a un colectivo político que se auto-representa en la imagen de un “nosotros, el pueblo”.
En este sentido, la soberanía del pueblo como fundamento de cualquier institución política que se pretenda legítima inicia un camino virtuoso que, aun con luces y sombras, se traducirá en la expansión progresiva de la frontera de la participación política, abonando el terreno de lo que en
el siglo XX será el régimen de la democracia representativa.
A 40 años de la recuperación de la democracia, tras la dictadura cívico-militar-empresaria de 1976-1983, los acontecimientos de Mayo de 1810 deben recordarnos que las dificultades e imperfecciones del sistema democrático se resuelven con más participación y más reconocimiento de derechos individuales y colectivos.
Pensar la historia es pensar el presente. Que este nuevo aniversario revolucionario nos encuentre más unidos/as, trabajando en pos de nuevos proyectos que nos fortalezcan no sólo como comunidad sino también como nación ¡Que viva la patria, hoy y siempre!