Nos encontramos transitando los 50 años de la Fcpolit y dialogamos con nuestro decano normalizador Raúl Alfredo Linares, más conocido como «Chamaco«. Quien junto a la comunidad de la FCPOLIT, tuvo la responsabilidad de reconstruir la Facultad en el proceso de
recuperación democrática.
Reproducimos a continuación un texto elaborado por Raúl con motivo de nuestro aniversario:
Hace mucho tiempo que pienso que debo escribir sobre la normalización universitaria, proceso vivido en el período 1983-1986.
Creo que debo hacerlo porque fui protagonista de ese proceso (qué palabra vapuleada!) y me parece que es conocido en ciertos círculos, por supuesto fundamentalmente los/as universitarios/as, pero no por la sociedad en general, y menos por generaciones que no vivieron en esa época.
Considero que la normalización universitaria fue una gesta, con todo lo que el término implica: epopeya, lucha, etcétera. Una gesta, nos tiene acostumbrados la literatura, tiene héroes. Pero en este caso no hubo héroes individuales que, con espadas y armaduras, se nos presentan como los principales protagonistas de la historia.
En este caso fue una gesta colectiva, los protagonistas son, en su mayoría, docentes, graduados/as, estudiantes, no docentes, de la Universidad pública y nacional. A algunos nos tocó conducir, pero sólo como coordinadores/as de toda esa comunidad que deseaba y luchaba por una universidad democrática.
Pero vuelvo un poco atrás. Yo ingresé a la universidad en 1971, con un breve paso anterior por la carrera de Arquitectura. De modo que no conocí la universidad reformista inaugurada en 1918 y con muy poco tiempo de existencia. Poco sabíamos del gobierno tripartito, la libertad de cátedra, la laicidad, el ingreso irrestricto y gratuito, etcétera.
Cuando se tuvo certeza del inicio de un proceso democrático en ciernes, un grupo de amigos/as, docentes y graduados/as, nos apersonamos en algún local partidario, del partido ganador de las elecciones, a exponer nuestros puntos de vista sobre la universidad que queríamos, las necesarias reformas, y oponernos a ciertos nombres de futuras autoridades que circulaban por los pasillos de nuestra facultad (Lo que nos une no es el amor, sino el espanto, decía Borges). Encontramos buen eco a pesar que ninguno de ese grupo era militante ni afiliado al partido que asumiría el gobierno el 10 de diciembre de 1983.
Próximo a la fecha en que cambiaría el gobierno, se me citó para informarme que me habían elegido como Decano Normalizador de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales. Quiero dejar aclarado que durante todo el tiempo en que cumplí mis funciones no fui afiliado al partido radical.
Cuando asume el Presidente Alfonsín, en esa primera semana, tres (3) días después de asumir, dicta el decreto número 154, al que me referiré más adelante, ya que fue el marco normativo que nos contenía en el período de la normalización.
Pero también en esos días otro decreto más importante y paradigmático en el mundo, surgió: la resolución por la que se enviaba al congreso el proyecto de derogación de la ley de autoamnistía de los militares, la revisión de los hechos perpetrados por ellos, y el eventual juicio a las juntas. Seguramente estos hechos están más conocidos hoy por una película, buena y necesaria, pero injusta en reconocimientos.
Esas dos decisiones, y otro hecho menos conocido como fue el Programa Nacional de Democratización de la Cultura, fueron muy motivadores para mi entusiasmo. Pero no estoy acá para autoreferenciarme si bien no puedo dejar de hacerlo en algunos momentos.
El decreto número 154 del año 1983, del 13 de diciembre de ese año, disponía fundamentalmente lo siguiente:
- La aplicación de este decreto, posterior ley, en las universidades nacionales designando rectores/as y decanos/as normalizadores con sus atribuciones. El período de normalización sería de un año prorrogable a 180 días más en caso de ser necesario.
- La adopción y aplicación de los estatutos universitarios vigentes al 29 de julio de 1966, período en que funcionó la universidad reformista, para que después cada universidad adoptara su propio estatuto.
- Se constituyen Consejos Superiores Provisorios en cada Universidad y Consejos Académicos Normalizadores Consultivos en cada Facultad. El carácter consultivo de estos Consejos hace que sea el/la decano/a normalizador/a el/la que decide finalmente sobre las materias que competan.
- Se suspende la sustanciación de todos los concursos universitarios y se revisará la validez de los concursos realizados bajo el imperio de la ley de la dictadura.
- Se reconocen como órganos de representación de los estudiantes, los centros de estudiantes legalmente constituidos, la Federación de Centros de cada Universidad, y la Federación Universitaria Argentina.
- Se eliminan todas las cláusulas discriminatorias y proscriptivas para la provisión de cargos docentes y no docentes. Y se asegurará la existencia de un régimen de reincorporación que contemple la situación del personal docente y no docente cesanteado, prescindido u obligado a renunciar por motivos políticos, gremiales o conexos.
La gestión
Me parece muy clara la definición que hace Gerchunoff sobre lo que era gobernar en ese tiempo de transición de una dictadura asesina a una democracia plena Dice:
“Gobernar era tomar decisiones minuto a minuto, ejercer la autoridad haciendo equilibrio en la punta de una aguja con varios frentes abiertos al mismo tiempo, corregir errores, no corregirlos, administrar vanidades, superar depresiones, aplacar euforias, acostumbrarse a la adrenalina, nombrar funcionarios, pedirles que renunciaran, escuchar consejos contradictorios, ir al combate o rehuirlo, balancear la verdad con el ocultamiento de la verdad y a veces con la mentira, soldar lo que estaba roto, romper lo que estaba unido, hacer homogéneo lo heterogéneo, pactar y romper pactos, estar solo, rodearse de gente, todo ello en la inauguración de un régimen político que no se sabía si se iba a estabilizar”
Y les aseguro que, a pesar de todo el entusiasmo puesto en la gestión, fue difícil. En nuestro caso tuvimos amenazas constantes, anónimos dirigidos a nuestras familias y a los medios de comunicación. Pero vamos a lo positivo.
¿Qué significa la normalización universitaria? El hecho que la Universidad tenga un gobierno propio, tripartito en sus orígenes, para luego ser cuatripartito, para lo cual se necesita tener los claustros legalmente constituidos, lo que significa que los centros de estudiantes realicen sus elecciones democráticamente, que los/las graduados/as tengan un centro o asociación que pueda también llamar a elecciones para sus representantes en el Consejo Académico de cada Facultad y en el Consejo Superior de la Universidad. Y, sobre todo, el trámite más difícil, los/las docentes concursados con jurados de excelencia.
Nuestra Facultad, dedicada a las ciencias sociales, indudablemente vive con más fervor la cuestión política y social que otras carreras más técnicas. Y la apertura democrática llenó nuestras aulas, multiplicando geométricamente la población estudiantil. Para dar respuesta a esta demanda había que tener muchos más docentes que los existentes, además del hecho que se iba a prescindir de algunos/as docentes por un cambio de plan de estudios. Se designaron más de un centenar de docentes ad honorem hasta tanto se pudiera conseguir el presupuesto para contratarlos. Dicho sea de paso, de esa cantidad de docentes sólo uno era afiliado al partido gobernante.
Asumimos el 23 de enero de 1984 y se comenzó con un análisis del plan de estudios vigente y su reforma, con la participación de todos los claustros en asambleas democráticas y trabajos de estudio y redacción. Hasta entonces nuestros planes de estudios estaban fuertemente influidos por el derecho, por lo normativo, y poco espacio al estudio de la realidad social, además que se ignoraba a autores de ciertas posturas más progresistas. Esto se transformó radicalmente y se formuló un plan de estudios único en el país, contestatario de lo que se había hecho hasta el momento, pero con un nivel académico muy exigente y a la par de otras universidades del mundo.
Finalmente, y para no aburrir más de lo que he hecho, en abril de 1986 se entregó la facultad a las autoridades legal y democráticamente elegidas.
Como decía al principio, este fue un proceso en el que todos/as pusimos el hombro, cada uno desde su lugar. Sin embargo, me siento tremendamente orgulloso de haber podido participar de ese momento histórico y haber podido hacerlo desde un lugar de mayor amplitud.
Raúl Alfredo Linares